Prevenir la desilusión

Hace años escuché que la formación debía ser una experiencia porque las experiencias se viven, se sienten y se recuerdan.

He de reconocer que desde que Pepa me invitó a poner mi pequeño granito de arena, me he enfrentado en varias ocasiones a este folio en blanco y en multitud de ellas he terminado enviando mis palabras a la papelera.

Tiene gracia, ya que una de las dinámicas a las que habitualmente enfrento a mis alumnos es a la de sentarse frente a una hoja en blanco y contarme a través de ella quienes son.

Como diría mi abuela, “en casa del herrero cuchillo de palo” y así es en muchas ocasiones. Como formadora me siento en el deber de viajar constantemente de esa “pizarra” al “pupitre”, de analizar ese cuchillo de palo y tomar de mi propia medicina para descubrir qué engancha, en qué debo mejorar y  en cómo sacarles brillo a esas herramientas que jamás han de oxidarse por la monotonía.

Desde que descubrí la prevención de riesgos no he podido trabajar en otra cosa, me ha enamorado de tal manera, que no he vuelto a encontrar nada que me llene profesionalmente tanto como ella.

Yo no trabajo en prevenir accidentes, yo me dedico a acercar la Prevención de Riesgos a las personas. Mi papel es sentarme con los trabajadores y con la Prevención, escuchar a ambas partes, mediar entre ellas y transmitirles que los unos sin los otros no son nada, que son compañeros en esta batalla y que al igual que en las parejas no deben existir mentiras entre ellos.

Hace años escuché que la formación debía ser una experiencia porque las experiencias se viven, se sienten y se recuerdan. Desde entonces ese ha sido el reto de mis formaciones, sorprender, crear un recuerdo, marcar un antes y un después.

Pero… ¿Necesitamos para ello grandes inversiones? Todo lo contrario, necesitamos ser personas, que juegan, que se sorprenden, humanos que se equivocan, que analizan y aprenden de esos errores, que se enfadan, que se quejan, que ponen en duda, que agradecen, que ayudan, que cambian su visión y que se comprometen con la causa.

Sesión de juegos

En muchas ocasiones, un simple folio en blanco, una imagen impactante, plastilina o una cajita con chocolatinas en su interior, han sido grandes aliados porque, al fin y al cabo, esa parte de niños, de querer jugar, reírse y pasar un buen rato sigue presente.  Sus caras cuando les invitas a sacar sus móviles y competir entre ellos no tienen precio, se crea un equipo y se busca que todos remen en la misma dirección.

Por supuesto, todo ello buscando ese tan necesario equilibrio entre las risas y los vídeos que te dejan mal cuerpo, huyendo del “Primer día de trabajo de Klaus” pero también del video del padre que nunca llega al partido de futbol de su hijo.

El perfil de los asistentes a mis formaciones a lo largo de estos años ha sido muy variado, desde niños a personas a las que les faltaban meses para jubilarse. El duro reto de enfrentarse a trabajadores con amplia experiencia, trabajadores cansados de la prevención, trabajadores en situaciones familiares difíciles, trabajadores que precisan ayuda para escribir sus datos en una hoja de asistencia, porque sí, aunque nos sorprenda a día de hoy algunos de los asistentes a formación preventiva no saben leer y escribir o lo hacen con dificultad y esto hace que en muchas ocasiones acudan al aula con miedo o reticencias, con un muro entre ellos y la prevención que debemos derruir cuanto antes y aquí el juego es el mejor de los mazos.

¿Y qué aportamos nosotros? Nuestra Flexibilidad, nuestra capacidad de adaptación al medio, porque no nos engañemos, esa presentación no siempre funciona, ese caso práctico para rellenar tiempo no siempre favorece el trabajo en equipo y los mismos chistes no siempre hacen gracia.

Para acercar la prevención a la persona no se precisan grandes materiales, se precisan muchas horas de darle vueltas a la cabeza, de buscar opciones, de ensayo- error, de observar y también de escuchar a expertos en diversas áreas, compañeros con amplia experiencia y por supuesto a nuestros asistentes.

¿Cuándo sacar nuestras armas? ¿Cuándo utilizar el juego?

La mayoría de los psicólogos afirman que bastan 7 segundos para formarnos una primera impresión. En el caso de las formaciones, por mi experiencia, diría que los primeros 15 minutos son cruciales.

El inicio de una formación es como una primera cita, has de conseguir que quieran saber más, que le pongan ganas al asunto, que no estén pensando una excusa para salir corriendo y que una vez toque a su fin la guarden en el archivo de los buenos recuerdos.

¡Juguemos! Démosle a todos un papel, escuchémosles y creemos un ambiente agradable, esos son los ingredientes de una buena formación y por supuesto no nos olvidemos de pedirles su percepción, qué esperaban y qué han recibido, qué les ha gustado y qué no, cómo podemos mejorar y cómo lo harían ellos.

Sesión de juegos

El juego es la herramienta para acercarnos cada día un poco más a nuestro objetivo, el puente para romper esa distancia entre PRL y trabajador, para vivir una experiencia juntos y avanzar hacia una nueva forma de hacer prevención.

Aún nos queda mucho trabajo pero… ¿qué sería de la vida sin sueños por cumplir?


Paola Pol Suárez es Licenciada en Ciencias Ambientales y cursa estudios de psicología.

Titulada como técnica Superior en Prevención de Riesgos Laborales, actualmente trabaja como formadora en el Servicio de Prevención Mancomunado del Grupo EULEN.


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